domingo, 11 de junio de 2023

Para leer

 

Yo, no soy asesino

 


¡Que cosas no! Los tombos que me trajeron, no dejaron siquiera lavame la sangre de las manos, por eso siento como si tuviera otro cuero encima; y  aquí estoy, esperando que esos infelices traigan algo de comer. Ellos no saben que la culpa de que yo haiga matao a ese viejo hijueputa  fue de él mismo: Por cabrón, por malandro, por desgraciao, por miserable, por cobarde y por haber aporriao a  mi máma  hasta dejala tirada en su cama ¡Que cama!  En su catre de fierro osidao igualitico al que me encuentro ahora sentao con su colchón oliendo al sudor viejo de todos los infelices que han pasao por aquí ¡Ah! Pero es que el maldito colchón también huele a mugre, a miaos, a cosa podrida y a cuantas porquerías huele una cárcel. Cerquita de mi nariz tengo un miembro viril y una vulva  deforme y mal pintada por alguien que estuvo preso aquí anteriormente, y es tan estrecho este maldito calabozo que a duras penas cavemos el catre y yo.

 

Sus paredes muestran que a los administradores de este antro no les queda con que pintalas ¡Pero que les va a quedar si se la roban toda y no dejan nada! ¡Absolutamente nada pa” los mas güevones! ¡Sí! Los tombos no saben que el viejo malparido dejó a mi máma sin dientes, con sus cabellos escasos y marchitos como una peluca vieja abandonada en un basurero, con su piel como una momia, y tirada en su catre destartalao muriéndose de hambre y de tristeza.

 

¡Y ni pensar en volame de aquí! Los barrotes de la puerta son de fierro, y el candao es yale de los mas finos (claro, pa” eso si tienen). La ventana  que está arriba de la paré es muy chiquita y también con barrotes  gruesos.

 

Cuando los verdes me trajeron veía el cielo azul por el hueco ese que sirve de ventana. Ahora solo veo oscuridá.  Los insectos que entran a haceme compañía se alimentan con mi sangre dejándome ronchas en el cuero.  ¡Vea pues! Ahora parece que el pendejo que reparte la comida me dejó mamando ¡Claro! ¡Seguro que él se la tragó! Pero, pa” lo que debe ganar  el infeliz  no mas que cuidando rateros y malosos. Creo que ni le pagarán, y eso me gusta pa” que no sea ladrón y traga aldabas.

 

¡Pero miren! Hay viene una cucaracha entrando por debajo de la puerta. ¡Me da envidia la maldita! Ella, puede entrar y salir como Pedro por su casa. ¡Pero yo! Encanao quién sabe hasta cuando. ¡Si! hay viene como una reina luciendo un color café que me parece hasta bonito. Con sus seis (¿Seis?) patas camina rápido, y cuando mueve sus antenas de lao a lao parece que me estuviera estudiando la desgraciada.

¿Cómo? ¿Se mete entre mis pies sin sentir ningún miedo? ¿Será que no entiende que puedo ponele una pata encima y volvela mierda? ¡Pero no! ¡No la mataré! Si fuera el viejo que se acostaba junto a mi máma (Que no era gran cosa, pero era mi máma) lo volvería una masa irreconocible y le desearía que se hundiera en lo más profundo de los infiernos.

 

¡Up! Sacó las alas; parece que quiere volar; sus alas vibran ¡Pero no puede! ¡Yo apuesto que no volará! Por mucho que quiera hacelo, ¡no puede! Pero es terca y continúa agitando sus alas, alas pequeñas, alas sin fuerza, sin fuerza pa” levantar ese cuerpo tan grande,  tan feo, tan pesao.

 

¡Ah! Me está haciendo quedar como un zapato. ¡Porque lo logró! … ¡Hay va! dando tumbos, zigzagueando se dirige hacia la puerta. ¡Pummm! se dio contra uno de los barrotes ¡Pero pasó! ¡Trazzz! Se golpeó contra la paré del frente  y hay quedó en el suelo con las patas pa” arriba.

 

No se porque mirando a esa cucaracha moviendo sus patas como pidiendo ayuda  me acordé de mi hermana  ¡Pobrecita! El viejo la sacó de la casa, de nuestra casa a empellones, a golpes, a madrazos, y ella salió dando tumbos, dándose golpes contra la puerta (como la cucaracha) Dizque estaba embarazada fue lo que dijeron el viejo y mi máma (Que no era gran cosa, pero era mi máma) y dizque por ese delito se tenía que largar. Que nadie sabía quien era el papá del bastardito. Pero yo si sabía quien se había acostao  con mi hermana y la había preñao.

 

¡Pummmm! … Mi hermana con quince años cayó como la cucaracha: A la mitá de la calle con las patas pa” arriba, con las patas pa” arriba consiguiéndose la comida, con las patas pa” arriba consiguiéndose la renta, con las patas pa” arriba consiguiéndose los pañales, los teteros, la crema “cero” pa” que no se le vaya a quemar el culito al pequeño bastardo. La loción, la cuna, el coche, y todo, a conseguilo con las patas pa” arriba; mejor dicho ¡SE PUTIO!

 

 ¡Ahhhh! ¡Pero que bien! La cucaracha se puso al fin de pié y hay va a perdese en los rincones. ¡Ojala no vuelva!  Por que la prósima vez la dejo estampillada contra el piso mugriento del calabozo.  

 

Pero mi hermana, mi pobre hermana creyó que podía levantase (como la cucaracha) largándose a vivir con un chofer. ¡Pero se equivocó!  El cabrón pensó que mi hermana era una buseta a la que había que dale pata toda la noche y empujale la palanca sin parar; y que al llegar a la pieza (a la que nunca colaboró pa” pagar el alquiler) muerto de la borrachera, era solamente a dale palo a mi pobre hermana hasta dejale las nalgas como una berenjena. Esto, solamente fue un intento de mi hermana, de mi pobre hermana, de la boba de mi hermana por tratar de ponese en pie (como la cucaracha) ¡Pero se equivocó! ¡No pudo parase! (la cucaracha si) Y volvió a caer  a la calle con las patas pa” arriba. Mejor dicho ¡SE PUTIO! Otra vez.

 

Ahora si tengo hambre ¡o no! Creo que no es hambre ¡Es piedra! Que se me sale al  acordame el  día que cumplí quince años. El único regalo que recibí del viejo fue una cachetada que me llenó la boca de sangre.  Creo que ese día juré matar al viejo (¡Y lo maté!) Dos días después de mi cumpleaños, el viejo con malos tratos y mi máma con su silencio (¿sería miedo?) me lanzaron a la calle. ¡Quince  años! Quince años no son muchos (creo) pa” los que han vivido bueno: Sin angustias, sin hambre, sin frío.

 

Fueron muchas las patadas, puñetazos, cabezazos y pedradas que le di a la puerta suplicando que no me dejaran en la calle. ¡No me escucharon!  Durante la noche, se congeló mi cuerpo y mi alma. ¡Grité! ¡Lloré! ¡Supliqué! No me escucharon, no me escucharon, no me escuchó el viejo, no me escuchó mi máma, no me escuchó mi dios.

Primero, apareció una escudilla con las sobras del desayuno del viejo. Luego, todas mis cosas salieron volando por la puerta. También salió mi perro, mi pequeño y querido perro (Q: E: P: D)  dando tumbos. Zigzagueando, golpeándose contra el suelo (como la cucaracha). Todo, todo quedó regao sobre la calle cubierto de tierra; sobre la calle sucia, sucia como mi máma, sucia como el alma del viejo, sucio como tengo    el cuerpo, sucia como ha sido mi puta vida, y sucia como tengo el alma.

 

¡Creo que es tarde ya! Pero quien va a dormir con el olor mantecoso de la cabecera que me adjudicaron. Afuera se escuchan los pasos del vigilante ¡Pobre marica! ¡Cree que uno se puede volar de aquí! Por la ventana que está arriba muy arriba del calabozo, veo la luna redonda, redonda y bonita. Bueno, al menos viéndola me consuelo.

 

Pero, por qué me quejo del olor de mi colchón y de mi almohada, si  yo tampoco huelo a rosas. Desde que el viejo miserable me lanzó a la calle, con el silencio (¿o seria miedo?) cómplice de mi máma,  han sido muy pocas las veces que me he bañao. Mucho tiempo  hace que no me pongo calzoncillos limpios. ¿Medias? ¡Cuales!

 

Todo ha sido vagar, vagar y vagar sin rumbo y sin descanso por la ciudá ¡Pero, eso si!  Siempre con la idea de matar al viejo ¡Y lo maté! Ahora me toca esperar que algún cucho baboso, algún cucho  que se las pica de sabéselas todas, algún cucho con cara de sapo, diga cuantos años me va a montar por haber matao al viejo.

 

¡Eso si! el día que me toque, no me achantaré y le diré al que llaman dizque el juez ¡Que sí! que yo maté al viejo y que si volviera a nacer, lo volvería a matar, por que el viejo, era un viejo malo, una chanda, que después de la muerte de mi máma (que no es raro que el la haiga matao) se llevó a vivir a mi casa, a la casa de mi hermana, a nuestra casa, a una guaricha de lo peor del barrio.

 

¡Bueno! Pensándolo bien, ¡Me importa un sieso estar aquí! Total, aquí tengo dormida, aunque me toque aguantame el olor a manteca de la almohada,  a orines y  cosas viejas del colchón.

 

Según me han contao, a los diez y siete años uno es menor de edá y no pueden mandalo a la cana de los malosos mayores, de manera que me mandarán dizque a un reformatorio, y allí, ya veremos como nos pisamos “pa” la mierda”.

La papa no me faltará, aunque esta noche el encargao de dámela  se la jartó (el muy miserable). Ojalá le den cursos, y lo agarre un cólico que lo ponga a sudar frío.

 

¡Que silencio tan horrible!   ¡No joda!  ¿La hora?   ¡Sabrá mi Dios! Si al menos tuviera mi radio ¡Pero que va! Si Cuando me agarraron, después que le metí al viejo el cuchillo hasta la cacha por la barriga, que abrió los ojos como un par de huevos fritos, que se puso pálido y que se fue al suelo bañándome la mano con esa sangre caliente como la de los novillos después de ser degollaos, alguno de los tombos se lo jaló, porque era un radio bueno, porque era un radio  fino robao  a la hija de un viejo barrigón que dio papaya en uno de los semáforos de la ciudá

 

¡Bueno! Veo que ahora si está amaneciendo porque el vigilante ya se despertó, apagó las luces y se largó dejando la estela de sus pisadas en el pasillo de la cárcel. También la ventana alta y chiquita del calabozo no está negra del todo, ahora es de un azul fuerte. Creo que pronto saldrá el sol y nos mandarán al baño, luego el desayuno, a la santa misa (como si tuviéramos perdón de Dios) las  conferencias sobre la rehabilitación del  recluso, el almuerzo, mas conferencias, la comida. Al caer la noche, a todos los presos reunidos en el comedor nos dejaran ver televisión hasta las nueve   … ¡Se acabó!... ¡Todo el mundo a dormir! …¡Listo!   Y así todos los días hasta  cuando me toque presentame ante el cucho baboso que cree que se las sabe todas y con cara de sapo que me preguntará ¿Usté mató al viejo? y yo le diré ¡Si señor juez! ¡Yo lo maté! El me preguntará ¿Por qué?  Y yo le diré ¡Sabe por qué! Porque el viejo apareció una noche durmiendo a la orilla de la cama ¡Que cama! el catre de fierro osidao de mi máma (Que no era gran cosa, pero era mi máma) sin sabese porque (ella tendría sus razones) Y, ¡Señor juez! ¿Sabe  que? Una noche,   estando solos mi hermana y yo, apareció el viejo. Entró a la casa con el revólver en la mano y amenazó con matanos.

 

Después  ¡Señor juez! Le puso el revólver en la cabeza a mi hermana y le ordenó  que se quitara la bata, y mi hermana se quitó la bata. Ahora, ¡quítese los brasieres!  Le ordenó, y mi hermana se quitó los brasieres. Ahora, (y acercó más el revolver) ¡Quítese los calzones! y mi hermana se quitó los calzones. Ahora ¡Acuéstese!  Y mi hermana se acostó, y ¿Sabe que? ¡Señor juez! El viejo se le echó encima y empezó a metéselo; mi hermana con catorce años lloraba y lanzaba una especie de quejido. Parecía que le dolía mucho. El viejo siguió encima de mi hermana hasta que se lo metió todo, cuando terminó, se bajó, y bamboleándose se fue a dormir y a roncar como una marrana gorda. Al poco rato apareció mi máma (que no era gran cosa, pero era mi máma) ¿De donde venía?  Ummmmm ¡Sabrá el putas!

A mi hermana ¡Señor juez! La oí llorar toda la noche. Yo también lloraba, señor juez. Al otro día sobre la cama de   mi hermana, ví una  enorme mancha de sangre que se había secao y se había puesto de color negro.

Y sin achantarme, le diré al cucho.  ¿Sabe que? ¡Señor juez!

 

Como a los tres meses, el viejo le gritaba a mi hermana que ella era una puta, que el bastardito  que llevaba en la barriga   no se sabía de quien era; pero yo estaba seguro que el viejo era el papá, porque mi hermana no era ninguna puta. Por estar preñada el  viejo la tiró a la calle a golpes y a empellones. Mi hermana salió dando tumbos y golpes contra la puerta quedando patas arriba en  la calle (como la cucaracha). Mejor dicho: ¡Se putió! Seguidamente, sus trapos le cayeron  encima.

 

El  cucho me dirá: ¡Continúe! Y yo responderé

 

¡Si! Señor juez. Como mi hermana se fue, yo seguí durmiendo en su cama, y una noche, dos días antes de cumplir quince años, el viejo, en una de sus continuas borracheras llegó tarde a la casa. En la oscuridá, se acostó a mi lao y  empezó a  acariciame las nalgas, las piernas, y a pasame sus manos callosas y sucias por todo el cuerpo. Cuando acercó su boca aguardientosa pa” besame, me levanté y corrí al rincón de mi máma (que no era gran cosa, pero era mi máma). El viejo, al ver que su presa se le había escapao, se acostó lanzando hijueputazos de la barraquera. Dos días después de cumplir quince años, el viejo empezó a gritame que yo era un infeliz y un mariconcito, y que me largara de la casa; al ver que no lo hice, el viejo me sacó a empujones propinándome un fuerte puñetazo que me llenó la boca de sangre, cerró la puerta y quedé en la calle totalmente abandonao. ¿Sabe que? – Le diré- ¡Señor juez! El viejo me hizo lo mismo que a mi hermana; me tiró los trapos a la calle. Pero lo que mas me dolió, fue cuando ví salir por los aires a mi pequeño perro, a mi querido perro, a mi adorado perro (Q. E. P. D.) el que cayó patas arriba a  la mitá  de la calle (como la cucaracha).

 

Y seguiré diciéndole:

 

Por todo esto lo maté. Y ¡Sabe que!  ¿Señor juez? no me arrepiento, porque por culpa del viejo, mi hermana se putió, y yo, estuve vagando por las calles durante dos años, durmiendo en los andenes, en los parques y debajo de los puentes. Sin donde asearme, sin donde hacer del cuerpo, mendigando los sobraos en los restaurantes. Mejor dicho ¡Señor juez! Perdido en la mugre de la ciudá hasta el día que me pillé al viejo mal estacionao y le metí el cuchillo por la barriga hasta la cacha. Me sentí tranquilo, porque mi hermana y yo nos habíamos quitao de encima al viejo malparido.¡No sea grosero! me dirá el viejo baboso con cara de sapo ¡Está bien! le contestaré yo.

 

Y le diré al juez. Hágame el favor de informale a mi hermana que estoy preso. (Y le daré la direción al cucho) Que venga a  veme Y pa”decile, que puede ir al rancho a sacar a la guaricha que el viejo llevó a vivir después de la muerte de la cucha: Que el rancho es  de ella, que el rancho es mío, que el rancho es de nosotros. Que puede ise a vivir en el. Y pa” decile,  que cuando salga de la cana, podemos vivir juntos. Que yo trabajaré y le ayudaré a criar el bastardito. Que viviremos pobres,  pero a lo bien. Y le diré al cucho con cara de sapo ¡Si, señor juez! Por todo lo que le he contao fue que maté al viejo, y ahora, la justicia ¡Puede hacer lo que le de la puta gana!

 

En seguida, el juez le ordenará a dos tombos que me lleven de regreso al calabozo. Me acostaré sobre mi colchón con olor a orines y a cosas podridas. Pondré la cabeza sobre la almohada brillante por tanta grasa acumulada y boca arriba pensaré:

 

Por hay debe venir la cucaracha con su paso menudito y sus antenas moviéndose de lao a lao como si me estuviera estudiando.

 

Pero esta vez ¡No la perdono! Si me da papaya, le pongo la pata encima y la vuelvo una masa irreconocible ¡O no! Mejor creo que no pueda matala ¿Saben porqué? Porque yo ¡No soy un asesino!

 

 

FIN

 

 

 

Fotos fotos


















 

sábado, 10 de junio de 2023

El soneto

 

A TI


 

A ti que  con amor todo lo llenas

y en tu cruel soledad triste y llorosa,

vas deshojando la fragante rosa

de tu dolor y tus amargas penas.

 

He de volver… y en horas tiernas, plenas

de inmenso amor decirte que eres diosa

con dulces versos o  elegante prosa

en noches azuladas y serenas

 

Acariciar tu cabellera blonda,

unirme a ti con amorosos lazos

mientras se escucha del reloj su ronda.

 

Y a tenue luz del lampo de la mesa,

descansar quiero entre  tus suaves brazos

inclinando en tu pecho mi cabeza.


A. Marín E.

 

 

 

Lo que ve mi camara











 

viernes, 28 de abril de 2023

Un poema para hoy

                                                              Gaviota y nube

                                  

 Va volando una gaviota por la 
inmensidad del cielo...
Se confunde con la nube que allá
por las lejanías formando extrañas figuras  
es llevada por el céfiro 
y el sol con su luz radiante acentúa 
la blancura de la gaviota y la nube.
¿ donde van las dos errantes por 
el  anchuroso mundo?
Una busca un solitario, lejano y 
agreste monte donde llorar soledades, 
y al convertirse en fría lluvia morir
 para alimentar riachuelos y quebradas, 
manantiales y lagunas; o al tenderse  
por el campo transformarse ha en rocío 
sobre la madre natura en una noche de luna. 
Con el calor matutino, semejante al ave Fénix 
se remontará en lo alto como nueva 
y frágil nube para viajar a lo ignoto 
cabalgando sobre el viento.
La otra cruza los mares hacia alguna playa
ardiente, en busca de aquel amor que 
compartirá su suerte, y de ese tibio nido 
 nacerá el polluelo tierno
que al llegar a ser gaviota, henchido el pecho
de orgullo mostrará el plumaje blanco.
y ella sola y moribunda, tendida sobre la arena,
 lo verá en el horizonte que se junta con la nube
entre las aguas y el cielo.

FIN