lunes, 21 de febrero de 2022

Un poema para hoy

       VORAGINE

Poeta…Detente templa tu lira, tu doliente lira y escucha atentamente a la negra musa de la melancolía.

Observa como pasa por la calzada triste la pobre humanidad envuelta en polvaredas y humaredas fatales, venenosas, letales.

Mira…Ahí va un niño negro, esqueleto viviente, de ojos desorbitados y boca agonizante oculta entre las moscas inmundas y zumbantes.

Un estudiante avanza que no ha desayunado; que no ha desayunado como otros en su clase; a su lado un obrero, huérfano de esperanzas va gritando cual loco exigiendo sus pagos.

Va un rico empobrecido tres veces secuestrado por altivo y  avaro; por avaro y soberbio secuestrado tres veces.

Va una madre llorosa con sus pechos vacíos apuntando al eterno, quien silenciosamente no ha escuchado sus quejas.

Va una señora noble que se ha prostituido y con ella una niña harapienta, violada; víctima que no entiende del incesto malvado.

 

Pasan los valerosos, los invencibles, los intocables y altivos militares de graníticos rostros y almas gelatinadas.

Políticos corruptos, gobernantes corruptos, militares corruptos, religiosos corruptos, etcétera  corruptos, en carrera imparable hacia el abismo ardiente.

Niños, jóvenes y viejos envueltos en el fango de de amargas inconciencias y vicios putrefactos matones de la vida, corren al precipicio de eternas perdiciones.

Y tú…

Oh! dolido poeta, habitante de arcanos.

Oh bardo soñador, amante de tristezas.

Oh aeda solitario pensativo y doliente, que haces ahí en la acera. Impotente….Lejano.

Esgrimiendo tu pluma. Pidiendo amaneceres de amor, de paz y de justicia. Soñando en ilusiones, amando a lo infinito y buscando a un Dios perdido.

Mirando con tristeza la turba enloquecida que va llegando ciega al averno infamante de orates dominantes. Pirómanos del mundo con armas que aceleran su destrucción ardiente.

Y caerá el silencio…Y cubrirá la noche…

Y ya no habrá más vida…Y reinará la muerte.

Fin


A la memoria de mi madre



Adiós

 Entonces ya te vas, madre querida,

no encuentro que decirte todavía,

solo esperando el inminente día

Doloroso y fatal de tu partida.

 

Hoy ya viejo y cansado de la vida,

deja que bese tu frente mustia fría,

deja que tome tu mano entre la mis

y llore como hombre tu partida.

 

Vete, madre, que todo está cumplido.

Márchate en paz, que aunque te encuentres lejos

tu santo nombre llevaré prendido

 

para siempre en el fondo de mi alma,

y tu recuerdo, aún en mis años viejos,

me colmarán de paz, tranquilidad y calma.

FIN