miércoles, 22 de septiembre de 2021

Para leer

 HAY UNA MUJER


 Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor,  y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados.

 Una mujer que, siendo joven, tiene la reflexión de la anciana y en la vejez trabaja con el ardor de la juventud.

 Una mujer que, si es ignorante, descubre los secretos de la vida  con más acierto que un sabio, y, si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños.

 Una mujer, que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama y, siendo rica, daría gustosa su tesoro, por no sufrir  en su corazón la herida de la ingratitud.

 Una mujer, que siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un niño, siendo débil. Se reviste con le bravura de un león.

 Una mujer, que, mientras vive,  no la sabemos estimar porque a su lado todos los dolores  se olvidan; pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos  por mirarla un solo instante, por escuchar un solo acento de sus labios.

 De esta mujer no me exijáis  el nombre si no queréis que  empape con lágrimas este álbum, porque yo la vi pasar por mi camino.

 Cuando crezcan señora vuestros hijos, leedles esta página, y ellos,  cubriendo de besos vuestra frente , dirán que un humilde viajero , en pago de suntuoso hospedaje  recibido, ha dejado aquí para vos y para ellos un boceto del retrato de una madre.

 Ramón Ángel Jara. Obispo de la Serena. Chile

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 20 de septiembre de 2021

fotos- fotos


Madrid-Toledo











 

Rincón poético

 

Poetas de mi tierra

Diego Alexander Vélez Quiroz -1987-


Poema de la ira

Hace frío sin ti, pero se vive  (Roque Daltón)

Quien te dijo, malparida,  que mi dolor es

una dádiva a tu ausencia. Quien te dijo que

todos los caminos  se han tornado de ida  y

yo sigo esperando, con los ojos callados,

                                     ver tus pasos de vuelta.

Quién pasó para decirte  que no me queda nada

Y que incluso la nada  me falta, y tú presencia.

 

Que espejismos llevaron con sed a tus oídos

Para que te acordaras lejana  de mi angustia.

No, no lo creas todo porque apenas si duele

                                          No me juego la vida

Me sangran las heridas, no lo niego,

Entre el plexo solar y las negras entrañas 

                                             tengo un vacío abierto

que amenaza (constante)  con romper mis

costillas y trasmigrar

en polvo mi gastado esqueleto.

Es cierto también que he perdido los

                                                 miembros,

Dejé de usar las piernas  y han perdido sentido

Las cuencas de mis manos que insisten en

                                                                  tocar

tu dulcísimo seno (hasta cerrar los ojos y

                                                                      recuerdo).

Sí, me estoy quedando ciego y al final de la

                                                                       noche

miro hacia el horizonte y apena si distingo la

                                                sangre de la aurora.

¿Qué te puedo decir? Me deshago.

 

Pero no creas todo porque todo no alcanza,

No seas ingenua y tonta

Yo no le temo al barro 

 

No creas que aquí ya nada es bello

que atardece  en mil grises y que apenas la

                                                                Sombra

Me cubre con sus fríos. No es como si la

                                                             fuente

de mis exhalaciones, de todos mis respiros se

                                                                    hubiera

 evaporado dejándome sediento y a punto de

                                                                asfixiarme,

sin aire, sin un toque de brisa , en este atroz

                                                                 desierto.

 

¿Quién te ha dicho que muero?

Nadie, nadie se atrevería  a decir que en mi

                                                                       casa

las aves carroñeras han formado sus nidos

y devoran, hambrientas las ventanas

                                                     abiertas,

los marcos de las puertas, las rejas, las

                                                        cenefas,

los pisos con su brillo, tus armarios vacíos,

los vasos para el agua,

el jabón de lavar y hasta la tubería.

Nadie confesaría

que entre tanto despojo pervivo yo

horroroso,

sentado en una silla que apenas si presiente

la humildad de mi cuerpo menguado por la

ausencia

(no la tuya, la mía) y la falta de sueño.

Nadie, nadie si me conoce, dirá

Que en esta silla vegeto desde agosto,

exactamente el trece

(día de mala suerte) en que saliste airosa

arrastrando con sorna tus falsos

ademanes de libertad de día, y me dejaste

                                                                      preso.

Quien te dijo que espero, ahí, aquí

o en cualquier lado, anclado en el recuerdo

de una vieja caricia, del beso de febrero,

de la tarde en que impúdicos ocultamos las

manos entre los pantalones (yo las tuyas, tú

                                                               las mías)

y tocamos con júbilo y torpes movimientos

la fuente humedecida de la vida.

¿Te parece, acaso, que pienso en los detalles?

Tal vez, recuerdo claramente, podría

                                                   Dibujarlo,

Tu desnudez sedienta vencida por mi aliento,

diciendo con los ojos: tengo en el cuerpo un

                                                                grito que

llevará tu nombre ( hoy pienso que fue falso tu

grito,

tal vez hasta mi nombre).

 

Nadie, podría jurar que nadie te reveló

el secreto que guarda mi silencio:

no puedo decir nada, ya no leo ni escribo,

le temo a las palabras, a sus precisas sílabas

y a sus corvos acentos; me siento condenado

y es posible que pronto me quede sin empleo.

Pero estoy resignado, prefiero que el silencio

Me alcance con su canto. Odio los alfabetos

                                                 Porque en todos.

Lejano, se repite tu nombre y no puedo

                                                           callarlo.

No, nadie ha dicho esas cosas,

Nadie dice que aúllo cuando llega la noche

Y que en este momento justo a la nueve y

                                                               treinta

Luego de ochenta versos (talvez un poco

                                                            menos)

temo que mis palabras sean en verdad un

                                                                 ruego

que se repite antiguo, con la intención

                                                       honesta

de implorar tu regreso.

Tal parece que nadie te ha dicho demasiado,

pero no se equivoca.

 

Tomado de; Palabras entre dos ríos

 

(Nuevos poetas Pereiranos)

 

 

sábado, 18 de septiembre de 2021


Julio César Marín E

                                                     Cuando se muere el amor

Cuando se muere el amor
queda un vacío en el alma
las penas se hacen más densas
y nos hieren como lanzas.

Cuando se muere el amor
el corazón sufre y llora,
todo es yerto, todo es gris,
todo se cubre de sombras.

Cuando se muere el amor
el tiempo camina lento,
es el invierno más frío
y el alma duele por dentro.

Cuando se muere el amor
parece que todo acaba,
se apagan las ilusiones,
se pierden las esperanzas.

Cuando se muere el amor
se sufre solo, en silencio
se marchan las alegrías
como las aves de invierno.

                                               


MARÍA AMPARO HERNÁNDEZ

.

                                              

 

 ¡LLANTO DE POETA!

El manantial salino de mis ojos,

El volcán que  en mi pecho  casi  estalla

Y el grito adolorido que se calla

Los convierto en  poemas sin abrojos.

Y si tú escuchas mi llanto de poeta

Hoy mi musa se encuentra acongojada

Me ha ofrecido una copa acibarada,

Trago que libo con valor de asceta.

No preguntes por qué de mis lamentos

Sigue tus pasos, busca tu sendero

Que guiaran  a tu propio derrotero.

Yo seguiré al raudal de mis tormentos

Mañana serán arroyos cristalinos

Donde calmen la sed los peregrinos.

 

 

 

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

 Libro de Josué


Capítulo VIII

Conquista de la ciudad de Hai.

1. Dijo después el Señor a Josué: No temas, ni te acobardes: toma contigo toda la gente  de guerra, y puesto en marcha  sube a la ciudad de Hai; sábete que tengo entregado en tus manos su rey  y el pueblo, y la ciudad y su territorio.

2. Y tratarás a la ciudad de Hai  y a su rey, como trataste a Jericó y al rey de ella: bien que os repartiréis  entre vosotros el botín y todos los animales. Para el intento  pondrás una emboscada  detrás de la ciudad.

3. Partió, pues, Josué y con él todo el ejército de los combatientes, y se dirigieron contra Hai; y destacó de noche  treinta mil soldados  escogidos de los más valientes

4. Y dióles orden, diciendo: Poned una emboscada  a espaldas de la ciudad; vosotros no  os alejéis mucho de ella; y manteneos todos sobre las armas.

5. Que yo y la demás gente  que tengo conmigo  nos acercaremos por la parte opuesta  contra la ciudad, y en saliendo ellos contra nosotros, echaremos a huir como antes hicimos, volviendo las espaldas;

6. Hasta que persiguiéndonos  se alejen mucho de la ciudad, creyendo,  como creerán, que huimos al modo que la vez primera.

7. Entonces mientras  vamos huyendo  y ellos siguiéndonos  al alcance,  saldréis de la emboscada  y saquearéis la ciudad. La  cual el Señor Dios vuestro pondrá en vuestras manos

8. Y apoderados de ella, le pegarán fuego, ejecutándolo todo puntualmente  como lo he mandado.

9. Así los despachó;  y marcharon al sitio de la emboscada, y se apostaron entre Betel  y Hai. A la parte occidental  de la ciudad de Hai, Josué pasó  aquella noche en medio del desierto.

10. Y levantándose al  romper el día  pasó revista a su gente, y se puso en marcha   con los ancianos  del pueblo al frente del ejército, sostenido del grueso de sus valientes tropas.

11. Llegados que fueron, y subiendo por frente de la ciudad, hicieron alto a la parte norte, mediando un valle entre ellos y la ciudad.

12. Había Josué escogido  cinco mil hombres, y puéstolos en emboscada  entre Betel y Hai, al poniente de la ciudad.

13. Todo el resto del ejército marchaba formado en batalla  con dirección al norte, de tal manera que sus últimas filas  tocaban al lado occidental  de la ciudad. Habiendo, pues, marchado Josué al fin de aquella noche, se apostó en medio del valle.

14. Lo cual como viese el rey  de Hai salió de mañana a toda prisa  de la ciudad con todo su ejército , y encaminó sus tropas hacia el desierto  si saber que dejaba  una emboscada a sus espaldas.

15. Josué y todo Israel fueron  cediendo el terreno, fingiendo miedo, y echando a huir por el camino del desierto.

16. Con lo cual los de Hai  alzando a una  el grito,  y animándose mutuamente, los fueron persiguiendo. Y cuando estuvieron lejos de la ciudad.

17.  sin que hubiese quedado  ni siquiera un hombre en Hay y en Betel que no fuera  al alcance de los Israelitas (Dejando abiertas las puertas  por donde salieron de tropel)

18. dijo el Señor a Josué: Levanta el broquel que tienes en tu mano contra la ciudad de Hai, porque voy a entregártela.

19. Alzado que hubo el broquel contra la ciudad, de repente salieron al ver esta señal  los que estaban ocultos  en la emboscada, y encaminándose hacia la ciudad, la tomaron y pegaros fuego a varios edificios.

20. Entonces los de Hai que iban persiguiendo a Josué, volviendo la cabeza , y viendo el humo de la ciudad que subía  hasta el cielo, se tuvieron arbitrio para escapar por ningún lado; sobre todo cuando los que aparentaron huir y encaminarse hacia el desierto , atacaron con el mayor denuedo  a los que los iban persiguiendo.

21. Viendo, pues Josué,  y todo Israel, con esta seña, que la ciudad había sido tomada, como iba subiendo el humo de ella, volviéndose atrás, hicieron cara  a los de Hai,  y los pasaron a cuchillo.

22.  Porque al mismo tiempo, los que habían tomado  e incendiado la ciudad, salieron también de ella  para unirse con los suyos, comenzaron a acuchillar  a los enemigos, los cuales cogidos en medio, fueron de tal suerte destrozados por ambas partes, que de tanta muchedumbre ninguno pudo salvarse.

23. También prendieron vivo al mismo rey de la ciudad de Hai, y le presentaron a Josué.

24. Muertos así todos los que fueron persiguiendo a Israel camino del desierto, y pasados a cuchillo  en el mismo sitio, volvieron los hijos de Israel, y asolaron la ciudad.

25. Los que perecieron en esta jornada  entre hombres y mujeres, fueron doce mil, todos vecinos de la ciudad de Hai.

26. Josué empero no bajó la mano  con que había levantado en alto  el broquel, hasta que fueron  pasados a cuchillo  todos los moradores  de Hai

27 Mas las bestias y demás botín  de la ciudad se la repartieron entre sí los hijos de Israel como el Señor  había ordenado a Josué.

28. El cual puso fuego  al resto de la ciudad, y la redujo para siempre  a un montón de escombros.

29. Colgó también de un patíbulo a su rey  hasta la tarde al ponerse el sol, en que por mandato de Josué  descolgaron el cadáver de la cruz, y lo arrojaron en la misma  entrada de la ciudad, levantando sobre él un gran montón de piedras, que permanece hasta el día de hoy.

 

 

 

 

jueves, 16 de septiembre de 2021

Un cuento para reflexionar

                                                   La cañada de los muertos

                                      

Llegaron por el camino principal. Eran cuatro. No hablaron. Sólo se apearon. Amarraron sus monturas en el enchambranado. Entraron a la cantina silenciosa, silenciosa y solitaria, solitaria y triste, triste y vieja. Viejísima como la familia que había habitado aquel caserón destartalado y polvoriento desde tiempos inmemorables. Tomaron  asiento. La mesa de madera roída por los años y por el uso, emitió un ruido extraño al sentarse los cuatro hombres llegados de la cordillera..

-Son desconocidos- dijo la vieja Toña a su nieta antes de salir a atender  a sus únicos clientes.

-Queremos cerveza- Dijo quien parecía ser el jefe. La vieja arrastrando sus pies cansados, hinchados y deformes por los años y el trabajo, fue al mostrador, tomó cuatro cervezas, sacudió las telarañas que las cubrían y las llevó a la mesa donde los hombres miraban con nerviosismo hacia el camino cubierto de polvo y de pequeños barrancos.

 

La nieta, por entre los rotos de la cortina, observaba con ojos saltones. Le pareció reconocer en aquellos hombres a los que varios años atrás, habían asesinado a su familia arrojándolos a la cañada de los muertos donde tendrían que podrirse, por que allí, en aquel lugar maldito, ni las aves carroñeras hacían  presencia.. No estaba segura. Pero extrañamente un profundo temor le invadió el alma. Su abuela Toña no se inmutó. Se dedicó a atender con  pronta lentitud a sus nuevos clientes.

-Es que los años embotan la memoria- Pensó la nieta.

- Por eso mi abuela no se acuerda- -¡Pero yo sí-

 Quien parecía ser el jefe, llamó a la vieja. Sin levantar la mirada, preguntó a la abuela:

-¿Usted es de la familia de Gumersindo Uchibanco?

-¡Sí!, ¡Así es!- Al responder, una honda tristeza se reflejó en su mirada.

-¡Si señor!- Prosiguió la anciana. – A él, a mi único hijo, lo mataron en compañía de toda su familia hace ya varios años-.

Afuera el silencio era  pesado, tan pesado, que parecía que una terrible carga pendiese sobre aquel paraje. El calor se filtraba por entre el aire de la estación seca que se había prolongado mucho.

¿Queda  alguien más con vida de la familia de Gumersindo Uchibanco? Preguntó otro de los hombres que habían bajado de la cordillera.

-Sí señor- respondió la vieja. –Queda mi nieta-, -de la familia de mi hijo Gumersindo, solo quedamos mi nieta y yo-…. –yyyy …¿Vive su nieta con usted?- -Sí señor- respondió la vieja Toña.

-¡Llámela! Ordenó el hombre.

-¡Juanitaaa!- Llamó la anciana, e inmediatamente apareció por la puerta, haciendo a un lado la ruinosa cortina una mujer tan joven que aún parecía una niña.

–Aquí estoy abuela- respondió nerviosa la joven. En su rostro apareció una palidez comparable solo con la de la muerte.

 Tres de los hombres se levantaron de sus asientos. Salieron a observar el camino. Por el lado derecho solamente se veía la soledad y el silencio. Por el   izquierdo, parecía que únicamente hubiera transitado la muerte durante muchos años. Los disparos que se escucharon dentro de la cantina no alcanzaron a ser oídos en las otras casas por encontrarse demasiado distantes entre sí. Los cuatro hombres partieron de aquel lugar cabalgando sus monturas, dejando los dos cadáveres en el fondo de la cañada de los muertos.

 Habían cumplido lo dicho por el señor, por el  amo de la comarca quien antes de partir les había ordenado.

.-Hay que buscar y desaparecer  todo residuo del apellido Uchibanco, hay que lanzarlos al infierno, que paguen entre todos el crimen de haberse rebelado contra su señor, hay que matarlos a todos aunque al final quede totalmente llena la cañada de los muertos-.

 

Y ahí van los cuatro jinetes a cumplir la orden. Tienen que seguir buscando hasta desaparecer el apellido maldito. Para ellos, sólo hay una voz para obedecer. La voz del amo y señor de la región.

 

FIN

 

 

 

 

 

La trisreza, el amor, la poesía

Metáfora triste

Ya caen las sombras….Las prístinas sombras

a la tarde triste…a la vieja tarde…

Entre la penumbra que cubre inclemente

a la agreste vía que va hacia lo eterno,

mustio caminante con alma cansada y cuerpo rendido

avanza silente, hacia las regiones de paz y de olvido.

¡De pronto hace un alto!..

Gira su cabeza lenta y mansamente…

Entorna sus ojos cargados de años: cansados y tristes.

Su opaca mirada muy poco distingue

De lo que ha dejado allá en lontananza.

Claros aurorales, luces matinales

Cielos azulados, mares espumantes,

Frescos sefirales, gorjeos y trinos,

Aguas murmurantes, efluvios florales,

Risas infantiles, llantos infantiles,

Cuerpos juveniles, amor y pasiones,

pechos tremolantes y sexos quemantes.

¡Que triste es la tarde!...¡Que sola es la tarde!

¡Mira hacia adelante…ahí están las sombras,

Las gélidas sombras…la eternas sombras.

FIN

J. Antonio Marín E. 

 

 

 

 

 



Aprendiendo a vivir

 Sabiduría del cuerpo


Para reflexionar:

cuando el ejercicio físico responde a la necesidad interior  de sentirnos saludables  y a gusto con nosotros mismos  y no al capricho generalmente  vano de parecernos  a los y las modelos  que nos muestran las revistas  de moda y de farándula  está plenamente justificado  y nos hace crecer espiritualmente. Al respecto,  nada mejor que las sabias, hermosas y profundas máximas  que escribió el entrenador  norteamericano  de gimnasia de mantenimiento  Steve Ilg, una autoridad mundial en la materia.

Tu cuerpo es una obra de arte, intrincada en sus  funciones, única en su mezcla de atributos  y habilidades. ¡Celébralo! ¡Estás hecho maravillosa y singularmente!

Las células de tu cuerpo están formadas  por materia reciclada  desde el principio del universo, eres polvillo de estrellas.

¡Deja que brille tu luz!

Tu cuerpo es hermoso tal como es. No es necesario que se acomode  a criterios de belleza impuestos. lo que importa es como lo ves, como lo sientes  y como funciona  de acuerdo  con tu propio criterio.

Así como la planta  prospera con el agua  y con la caricia del sol, de la misma manera  tu cuerpo prospera  en contacto y al calor  de otros cuerpos. da y recibe  algún abrazo cada día.

Steve Ilg

Conócete a ti mismo

¿Quién manda a quién?

Desde el punto de vista de nuestro cuerpo y nuestra apariencia personal, no cabe duda  de que debemos obediencia  a los que podríamos llamar los mandamientos de la salud y de la higiene. Lo mismo puede decirse  de la disciplina  de estudio que debemos seguir  si  queremos hacer verdaderos  progresos  en el terreno intelectual. O de la  sensibilidad que debemos cultivar para hacer cada día más cordiales  y humanas las relaciones  con nuestros semejantes. Ahora bien, la puesta en práctica  de todo ello sería imposible sin el concurso  de nuestra voluntad, que es la poderosa herramienta  por medio de la cual  llevamos a cabo los propósitos, metas,  y sueños que nos fijamos  en ejercicio de nuestra libertad.

“Juventud honrosa, Vejez sabrosa (Refrán popular)

El cuidado personal se construye   a partir de una sólida autoestima  fundada en el conocimiento  interior de sí mismo  y de los deberes y derechos  que se tienen como persona y como ciudadano. Así podría entenderse  la conocida frase de: “Conócete a ti mismo”  que los antiguos filósofos  pregonaban hace más de dos mil años.

La persona que se conoce a sí misma  sabe cuáles son sus capacidades  y sus debilidades  y está mejor preparada  para afrontar la vida  que aquella que vive  de las apariencias y cree, por ejemplo, que la gente más por sus posesiones  materiales que por sus cualidades humanas.

De poco vale cuidar  celosamente nuestro aspecto exterior y estar siempre bien presentados  e impecables  si no prestamos  la misma o mayor atención a nuestro  crecimiento  en el plano social, intelectual, moral  y espiritual.

El cuidado personal  es pues un concepto integral, que no puede ignorar  o dejar por fuera  ninguno de los aspectos  que nos componen  como seres  humanos. Visto de esta manera, se convierte  en la expresión más clara  de nuestra dignidad, entendiendo  por dignidad nuestra  condición de seres  dotados de razón, voluntad y libertad lo cual nos hace a su vez  merecedores  de estima y de respeto.

Derechos y deberes

Entre líneas….

“La clase no es un disfraz, no se compra, no se ostenta. La clase viene  de adentro, es una especie de dignidad  interior, implica integridad, coherencia, es una actitud hacia  la vida  que nutre la solidez  interna que se tenga. Es tener una sensibilidad  especial para captar  lo que el otro quiere, busca o necesita. Una habilidad  para complacer, para amar, para dar. Es ser  auténtico y fiel  con uno mismo y con sus principios que nada tiene que ver  con lo económico, con la posición social  o con el apellido. Platón decía: “Hay sabidurías  que no se pueden enseñar, solo aprender”. Creo que este principio  se puede aplicar  en este asunto de “tener clase” Es de las cosas  que un hijo no hereda. La obtiene  sólo a través del ejemplo  que recibe.”

Gaby Vargas “El arte  de convivir en la vida cotidiana”

Deberes y derechos

De la persona para con la sociedad

Conservar  la vida  y esmerarse por vivir dignamente

Convivir con las demás personas.

Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios.

 

Obedecer la ley.

Obrar con solidaridad  y defender los derechos humanos.

Participar en la vida política, cívica y comunitaria.

Propender  por el logro y mantenimiento  de la paz.

Colaborar con la justicia

Proteger los recursos  culturales y naturales del país.

Velar por la conservación  de un medio ambiente sano.

De la sociedad para con la persona

Respetar su libertad e igualdad en derechos con los demás seres humanos.

Proteger su vida, su integridad física, su salud,  su honor,  su nombre y apellido y su intimidad.

Facilitarle los medios  y  las condiciones que  le posibiliten llevar una vida digna, en la que pueda  participar de los bienes producidos  por la sociedad.

No someterla a desaparición forzada, a torturas  ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Amigos en el conflicto

Armonía consigo mismo

Los conflictos no son algo que sucede  exclusivamente entre dos personas o más. Existen también  conflictos intrapersonales, esto es, conflictos  con uno mismo.

Es preciso establecer  relaciones armónicas  con nosotros mismos es decir: ser creativos para resolver nuestros propios conflictos. Esto nos dará más herramientas  para enfrentar los conflictos  que involucren a otros

Entender antes que juzgar

Emitir juicios sobre los demás  no es precisamente una ayuda  a la hora de resolver  de la mejor manera nuestros conflictos

Muchas veces, en nuestra vida diaria, juzgamos a las demás personas, aún sin darnos cuenta de ello. Al juzgarlas les atribuimos  características que talvez  no le corresponden  o que tal vez no las describen  completamente como son.

Por ejemplo, si un amigo llega tarde  a una cita y esto nos causa molestia,  tendemos a llamarlo incumplido, sin detenernos a pensar  que muy seguramente en otras ocasiones  ha sido puntual.

Si para manifestar  nuestra molestia la decimos  a nuestro amigo que él  es una persona incumplida, sucede que lo estamos catalogando  como una persona que siempre  llega tarde o que nunca  cumple las cosas que promete, cuando en realidad lo único que queremos decirle es que estamos molestos  porque esta vez ha llegado tarde.

No juzgar significa entender que la otra persona  actúa como mejor  ha creído hacerlo  y que no porque haya  hecho algo que no nos  gusta siempre  actuará de ese modo.

De lo contrario. ¿Si nuestro amigo  es siempre una persona incumplida, como podría cambiar entonces su comportamiento? No le estaríamos  permitiendo esa posibilidad.