lunes, 18 de abril de 2022

La poesía:el amor, el dolor, la tristeza

                                                          Danza fúnebre


 Esta tarde es silente, oscura, misteriosa;

en lejano horizonte,

espesos nubarrones anuncian la tormenta.

El viento estremece con furia la arboleda

y el golpe del relámpago azota el infinito.

 

Mi alma cual la tarde se cubre de amargura,

te miro ahí, envuelta en tu mortaja,

esa paz en tu rostro, parece que soñaras

y el negro de  tus pestañas

contrasta  con la  tersa blancura de tu frente.

 

No me hablas...

No me escuchas...

No me miras...

Y esta soledad inmensa;

Y esta angustia infinita;

y este dolor  sin nombre

que me desgarra el pecho.

La gente  compasiva me mira y compadece.

 

Dime amor...

 

¿Qué voy a hacer ahora, con estos nuestros hijos?

¿No ves que el mayorcito no sabe que te has muerto?

No comprende que en ti ya no existe la vida.

Con lastimeros gritos te pide que despiertes;

el pobre ingenuamente cree que estás dormida.

 

Mira...

 

La tierna mujercita juega tranquilamente;

su alma angelical no entiende la tragedia

y corre y brinca y sonríe...

 

Dime...

 

¿Qué voy a contestarle cuando por ti pregunte?

Y este, el más pequeño que duerme aquí en mis brazos, 

ya no tendrá tu pecho con blancura de lirio.

Ahora que despierte exigirá tu seno;

no tendrá su alimento y llorará de hambre. 

Contesta... 

¿Cómo he de consolarle?

 

Ya te llevan al frío campo santo

y yo me quedo solo, solo, eternamente solo.

 

Te pido no te vayas

No te lleves mi vida,

No te lleves mi alma.

Contéstame amor mío.

Contesta nuevamente,

¿Qué voy a  hacer ahora,

con estos nuestros hijos?.