Pedro
Mi
nombre, es un nombre común, un
nombre que lo puede llevar cualquier persona sin importancia como yo. Mi padre,
que también se llamaba Pedro, nunca me faltó con la comida. ¡Eso sí! comida si
me dio el viejo.
Nunca
estudié, pues mi padre siempre me lo dijo –Para que quieres estudiar si eres
una mula bruta, una mula que no vale nada ¡Y sí! mi padre tenía razón, he sido
una mula bruta, una mula sin valor, además, como buena mula bruta nunca serví para exposiciones si no
para cargar, y para cargar cosas pesadas. Eso sí, mi padre me dio bastante
comida, por eso fui un hombre forzudo
¡Mi padre, tan bueno!
Llegué
a la juventud. Ninguna mujer se fijó en mí. Pero como se iba a enamorar una
mujer de un hombre como yo: Pobre, insignificante y bruto como una mula. Las
muchachas se enamoraban de los otros, talvez por bien vestidos. Como a mi nada
me quedaba bien, para que intentar hablarles si estaba seguro que sería objeto
de mofas de los demás. Así que, siempre fui un hombre solitario.
Como
a los treinta años me arrejunté con una que me salió mandona y quien acabó de
convencerme de las palabras de mi padre. Tu eres – me decía- un hombre
insignificante, un hombre que no vale nada. ¡Sí! definitivamente yo era una
mula bruta y sin valor.
Muchas
veces mi mujer me pidió que tuviéramos uno o dos hijos. Para que tener hijos
–le decía yo- Si no puedo mantenerlos y
de pronto se nos mueren de hambre; o a lo mejor, nacen igualiticos a su padre: Unas mulas brutas e insignificantes. Nooo, es mejor quedarnos
solos, que solos nos mantenemos. ¡Mi
mujer!
Cierto
día llegué a la casa y la mujer no estaba, había dejado una nota en la que me
decía: Me voy con otro, con otro que talvez pueda darme hijos y procurarme un
hogar de verdad, porque con usted, todo está perdido.
La
hizo bien –pensé- es mejor que se marche
con otro que valga le pena y no siga perdiendo su tiempo con un hombre
tan insignificante y bruto como yo.
Hoy,
me acordé de mi padre: El, que era tan bueno. El, que tanta comida me dió. El, que siempre tenía la razón. El, que me enseñó a ser humilde.
Bueno,
aquí estoy viejo y enfermo tendido sobre mi pobre lecho esperando solamente morirme.
Una persona como yo para que vive. ¡Talvez sea mejor así!
El día que me muera no quiero que me sepulten en la
tierra. No creo que mis carnes sirvan como alimento para gusanos. Yo creo que
es mejor la cremación, porque de pronto mis cenizas talvez sirvan como abono de
un árbol.
FIN